viernes, 23 de julio de 2010

martes, 20 de julio de 2010

Necroturismo: El cementerio de los Capuchinos

1885. Palermo, Italia. El afamado escritor francés Guy de Maupassant, autor de decenas de relatos de terror y parte fundamental de la literatura fantástica universal, visita el cementerio de los Capuchinos en las catacumbas bajo el convento de Vía Capuccini. Los cadáveres colgantes, con sus sobrecogedoras muecas acartonadas y, sobre todo, los bebés momificados que yacen dentro de antiguas cunas en un sueño eterno perturban los pensamientos del literato y le abocan a una espiral de depresión y oscuras reflexiones sobre la muerte. Seis años después, el 31 de diciembre de 1891, Maupassant escribe: «La muerte es inminente y yo estoy loco». La noche del día 1 intenta suicidarse y finalmente fallece horas más tarde en una clínica de la calle Passy, en París, sin haber recobrado el conocimiento.

Es evidente que Maupassant, a pesar de sus incontestable talento y su brutal influencia literaria a lo largo de dos siglos, estaba como una puta regadera. Pero lo cierto es que su idea de visitar las catacumbas de los Capuchinos no cayó en saco roto, alcanzando el nivel de punto de interés turístico inevadible. Y es que sólo hay que contemplar imágenes de aquél sótano en el que los cadáveres de los ricos que podían permitírselo yacen embalsamados por los monjes desde el siglo XVII (los dejaban secar en una cueva durante ocho meses y luego, tras sumergirlos en vinagre, los dejaban al sol para que su piel se curtiera) y darse cuenta de lo macabro que debe de ser recorrer aquel escenario. El número de cuerpos asciende hasta casi 8.000 y, a pesar de que las tropas norteamericanas saquearon los ojos de cristal de muchas de ella durante la Segunda Guerra Mundial, quedan algunos ejemplares que dan escalofríos, como el de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, autor de Il Gattopardo o el de la niña de dos años que fue momificada en los años 20 y aún hoy se conserva prácticamente intacta. Los pelillos de punta, oigan.






































prostibulos indues

En algunos pueblos de la india, las familias pobres venden la virginidad de sus hijas a los mejores postores, a cambio de dinero, que las familias usan para alimentar a sus otros hijos. Luego, una vez desvirgadas pasan a llamarse “davadasi”, una especie de prostituta del templo. La familia recibe una parte de los ingresos que genere la men0r por los servicios prestados, lógicamente en condiciones infrahumanas.

En este caso, las imágenes son de un puticlub de la india, en el cual seguramente hayan men0res, y se puede apreciar las penosas condiciones de higiene, al igual que mujeres que no habrán alcanzado ni la mayoría de edad, y otras que o son travestís o el maquillaje no les llega para camuflarse el bigote. Esto, sin dejar a un lado que si no todas, la mayoria de estas mujeres habran contraido ya el SIDA, y si no, lo haran pronto.



odontologia indu me gusto eso hay

Si te da miedo ir al dentista consuélate con la gente que va a estos. Dentistas en plena calle de la India, que en el mismo lugar donde ponen los pies descalzos luego colocan el material de ortodoncia, que seguramente pasan de boca en boca sin haber sido lavados, vamos… que la higiene no es que sea uno de sus puntos fuertes.

Seguramente los recursos no den para mas, pero viendo lo que nosotros tenemos, y al riesgo que esas personas se someten, hace que se le pongan a uno los pelos de punta







entrevista al venao


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